Aunque sabíamos que antes de diciembre tendríamos elecciones presidenciales, la noticia de que las mismas serán antes de mayo cayó de sorpresa hace pocos días.
A consecuencia de ello están empezando a avanzar las presidenciales en medio de una crisis económica muy seria y de amenazas de sanciones e intervención de otros países.
Ya Nicolás Maduro ha sido proclamado candidato del PSUV y la discusión sobre el candidato presidencial de oposición está comenzando: Henry Falcón ya se ha “autopropuesto” y sigue escuchándose el murmullo de los que piden un outsider como Lorenzo Mendoza.
Así que estamos a las puertas de una nueva campaña electoral y una de las más importantes de nuestra historia.
Sui generis pero no tanto
En estas elecciones la polarización se mantiene en la oferta electoral pero las circunstancias han cambiado mucho: el chavismo y la oposición han tenido divisiones serias, el porcentaje de la población que no se identifica con ningún partido parece haber crecido y la abstención y la emigración aparecen como factores cada vez más importantes.
Además, en medio de la crisis, el desgaste político de todos los partidos es mucho mayor.
Venezuela arranca motores para una campaña presidencial inusual y que se promete breve, intensa y de muerte súbita, con los actores políticos apostándolo todo en ella. Pero por sui generis que sea estas presidenciales siguen siendo una campaña electoral como cualquier otra y por tanto tienen cosas en común con las demás.
Así que es buen momento para preguntarse: ¿qué es lo que la hace buena o mala a una campaña electoral? ¿Cuáles son las cosas que un candidato nunca debe hacer?
Consultando manuales de campaña de todo tipo de partidos y organizaciones hemos hecho una lista de las cosas que, sea en Venezuela, los EE.UU. o la Isla de Togo un candidato sensato nunca debe hacer.
1- Confundir el marketing político con marketing comercial o la propaganda política con la propaganda electoral. El primer error lo suelen cometer candidatos de derecha o neoliberales, el segundo los de izquierda. En el primer caso cuando las campañas asimilan como estrategia el mercadeo convencional de productos y mercancías con la promoción de una candidatura o un programa político, lo cual termina en desastre porque el candidato no es un helado ni un zapato. En el segundo caso se cree que las estrategias que funcionan para la agitación y la movilización van a funcionar con distintos segmentos del electorado lo cual es falso. Las campañas electorales son distintas de la propaganda de agitación y de la venta de productos y eso hay que entenderlo.
2- No conocer al electorado. No son pocos los operadores políticos que se orientan por ideas o frases genéricas como “el pueblo sigue apoyando la revolución” o “la gente rechaza a la dictadura”. En la práctica el electorado es cambiante, el que eligió a Chávez en el 98 no es igual al que lo reeligió en 2006 ni mucho menos al que eligió a la actual AN en 2015. Todo tipo de factores cambian al electorado, mucho más en tiempos de crisis. Las campañas que no conocen al electorado, les es difícil generar un mensaje que conmueva al votante, por eso existen técnicas como las encuestas y focus groups, pero nada es tan importante como el viejo y buen trabajo político, sobre todo el de los cuadros medios, para darle un feedback a los comandos de campaña sobre lo que hace, quiere y piensa la gente, de otra forma lo que va a ocurrir es que la alta dirigencia política estará imaginándose o adivinando lo que los electores quieren.
3- Confundir la campaña con una pelea de boxeo. Los candidatos deben tener clara su propuesta y cómo hacer que la reciba el electorado, pero muchos se enfocan en atacar o contrarrestar al rival y se olvidan de lo esencial, ese era un error común entre los adversarios de Hugo Chávez. La campaña es más seducción que pelea de boxeo y confundirla con una polémica hace propensos a los candidatos a trampas utilizadas por los rivales. Además, enfocarse en destruir al oponente puede generar simpatías entre segmentos que le vean como una víctima.
4- Apostarlo todo a los seguidores más leales. En las condiciones de la polarización, donde la gente suele depositar una fe casi religiosa en su causa y sus líderes, fortalecer y expandir el voto duro era buena estrategia, sin embargo, una gran cantidad los votos de Hugo Chávez provenían de simpatizantes y no de militantes, del mismo modo los votos de la oposición siempre se han nutrido del descontento y el voto castigo como se hizo evidente en 2013 y 2015. Con Chávez fallecido y el chavismo atravesando conflictos internos, la MUD desprestigiada y dividida y una crisis profundísima, no hay nada más errado y peligroso que centrar las campañas en el voto duro. Esta no solo es una tendencia venezolana sino global, hace 30 o 40 años los partidos tenían una base suficientemente sólida que podía brindar una victoria electoral si se la mantenía y conservaba, en nuestros tiempos, muchos factores hacen al elector más volátil y centrado entorno a lo inmediato. Eso hace necesario tener un mensaje amplio que abarque a todo el electorado.
5- No tener estrategia. Parece evidente, pero un candidato no puede basar su campaña en la improvisación. La estrategia es la esencia de la campaña política y sin ella, la campaña está condenada al fracaso.
6- No segmentar la campaña. Esta es una extensión de la nº 4. El electorado no existe “en general” es muy tentador generalizar al electorado, al pueblo o la sociedad civil, pero en realidad estos están compuestos de segmentos distintos: jóvenes, viejos, interior, Caracas, chavistas leales, chavistas inconformes, antichavistas fanáticos, gente descontenta o contenta, mujeres, hombres, etc. El “customizar” es decir, el variar el mensaje de acuerdo a cada sector multiplica la fuerza de la campaña como lo demostraron en EE.UU. las campañas de Trump y Obama, esta importancia de la segmentación es lo que ha hecho tan importantes a las redes sociales.
7- No utilizar tecnología. Esta deriva de la anterior: a veces la dirigencia política es lenta para asimilar los cambios tecnológicos pero los que lo han hecho llevan ventaja. En EE.UU. Kennedy aprovechó la televisión, y Obama y Trump las redes sociales, acá en Venezuela Carlos Andrés Perez fue el primero en aprovechar recursos como las cuñas televisivas, los jingles y las llamadas telefónicas. Antes de morir Chávez se estaba convirtiendo en un fenómeno de las redes sociales. Pero cada medio tiene su propia manera de funcionar y hay que saber usarlo: no tiene sentido usar el internet solo para colgar la cuña o el afiche que ya están en la televisión o en la pared. El chavismo tiene propensión a cometer ese error.
8- Confiar demasiado en las encuestas. Las encuestas son formas de anticipar el resultado y como tales son indispensables, pero no se debe confiar totalmente en ellas pues pueden llevar a bajar la guardia: el Brexit en Inglaterra, el Plebiscito en Colombia y las Presidenciales en EE.UU. son ejemplos recientes de ello. Hay cosas que las encuestas no pueden detectar o pueden ocurrir eventos inesperados que cambien el panorama.
9- No analizar las derrotas pasadas. Es necesario analizar las derrotas propias y ajenas con objetividad: ¿Por qué la diferencia de votos entre Maduro y Capriles en 2013 fue tan baja? ¿Qué pasó en las parlamentarias de 2015? ¿Por qué la MUD se desempeñó tan mal en las elecciones de gobernadores? Todo esto aporta luces e indicaciones valiosas para la campaña actual incluso si las condiciones son otras.
10- Subir mucho o bajar mucho el volumen. En gran medida una campaña electoral debe ser ajustada como un televisor bajando y subiendo el volumen y el brillo: si tiene muy poco nadie la va sentir, pero si hace demasiado ruido, saturará y la gente cerrará ojos y oídos. La costumbre de “carnavalizar” las ciudades con ruido, afiches y propaganda es algo que satisface y hace sentir satisfechos a los responsables de la campaña sin saber si la gente les está haciendo caso o los ve como un fastidio.
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Por Fabio Zuluaga / Supuesto Negado