[Análisis] Chavismo: ¿renovación o decadencia?

Lee a continuación el tercer trabajo especial de nuestra serie dedicada a analizar el chavismo. El siguiente artículo de Ociel Alí López profundiza en la persistencia del movimiento político que fundó Hugo Chávez. ¿Le queda mucho o poco al chavismo? ¿Qué crees tú? Este trabajo fue publicado originalmente en el portal Venezuelanalysis.com, con el título Crisis & Critique: A Chavista Future for Venezuela?

El chavismo es un movimiento político cuya emergencia sacudió a América Latina en los noventa, cuando el neoliberalismo avasallaba como único modelo imperante. Fue el movimiento que inauguró un ciclo político de la región y más allá. No fue exclusivamente de izquierda, pero sí baluarte en el levantamiento de la izquierda y el movimiento progresista mundial.

Recorridos 20 años, pasado su esplendor y la muerte de su líder, el modelo venezolano entró en una espiral de errores propios, excesos, limitaciones estructurales y de incapacidad táctica que junto a una campaña de fobia mundial sirvió para la construcción de un antimodelo político. La dirección política del chavismo sufrió un proceso de elitización que le cercenó su estilo de interpelación abierta y le convirtió en una nueva cúpula que cierra el paso a las propias bases populares del chavismo.

En la quiebra económica se pasó del país con mayor ingreso per cápita y sueldo mínimo más alto, al peor de ambos indicadores de todo el continente. Venezuela, con la conducción del chavismo, generó de 2008 a 2014 ingentes masas de turismo rico subsidiado y de 2015 en adelante a ingentes masas de migrantes. Este cambio de escena en cuestión de tres o cuatro años. 

De ser un foco de expectativas de la izquierda mundial pasó a ser un movimiento impresentable, sobre todo en la medida en que continuaba en el poder mientras la derecha continental sometía al liderazgo progre al escarnio judicial: Lula, Cristina, Correa, Dilma. Solo que la derrota electoral de Macri y la inestabilidad de Bolsonaro y Lenín Moreno hacen factible que ese liderazgo pueda regresar antes de lo esperado.

Cuando esto ocurra el chavismo aún tendrá mucha fuerza y probablemente esté en el poder. ¿Tendrá posibilidad el chavismo de renovarse para participar en una hipotética vuelta de los progresismos? ¿Podrá producir un nuevo liderazgo o mantendrá a Maduro de manera indefinida?

Cuando termina 2019, un año de excesiva presión internacional, la oposición interna luce extenuada y sin ningún logro. Y es justo en estos momentos cuando se impone en el chavismo de base una agenda contra la nueva clase burocrática emergente y la corrupción que le acompaña. Así ocurrió en 2018, a pocos meses de las presidenciales, cuando la Marcha Campesina, y en general el chavismo de base, expuso una narrativa que desmentía el relato tranquilizante de las cúpulas. Ello permitió la reoxigenación de la izquierda y los movimientos sociales, asfixiados por la crisis y la desatención gubernamental, y desplazados por el pacto abierto de las élites chavistas con los poderes fácticos en los territorios y en la economía. 

Analizamos entonces que el chavismo tiene varios escenarios abiertos. Aquí revisamos  algunos de ellos.

El chavismo, un tobogán de sucesos

El chavismo sigue gobernando Venezuela en la peor de las crisis económicas y ante violentos intentos imperiales de derrocarlo, como el golpe del 30 de abril de este año. Ni su nefasta gestión de los últimos años, ni las fuertes presiones internacionales (embargo petrolero, bloqueo financiero, desconocimiento del Gobierno de Maduro) han podido sacarlo del poder. Cada vez que una encuestadora publica informes, los más extraviados analistas se sorprenden al ver el alto grado de filiación que resguarda la figura de Chávez y el importante voto duro que mantiene el chavismo, quien ha contenido parte de su  capacidad de respuesta ante cada arremetida de la oposición interna y ante las presiones de Estados Unidos y los vecinos.

Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis, una de la más importantes agencias de investigación del país, abiertamente opositora, plantea que los estudios revelan que “aún hoy, casi la mitad del país valora positivamente la gestión que tuvo Chávez”. Mientras otro importante consultor opositor, Félix Seijas, lo resume así: “el 42% de los venezolanos dice que con Chávez se vivía mejor y sus períodos de Gobierno representan los referentes de normalidad para un sector relevante de la población”.  

La diferencia entre la valoración de Chávez y el grado de malestar que generó la decadencia económica de Maduro hace pensar que una buena parte de los venezolanos establece una clara separación entre las gestiones de ambos. A partir de allí podría inferirse que un nuevo liderazgo buscará rescatar el legado “originario” de Chávez para reencantar a buena parte de la población que amó a Chávez, cayó en franca decepción con Maduro, pero que sigue teniendo a la élite opositora como enemiga. Siempre sin perder de vista al nicho sólido del chavismo compuesto por varios millones que defienden a Maduro hasta la muerte. ¿Es posible recomponer las fuerzas sociales más allá de la institucionalidad que se ha atornillado?, ¿puede emerger un liderazgo que tenga capacidad de responder al declive del país, o está cantada la decadencia definitiva del chavismo? 

Chavismo y oposición: frontera social más que ideológica

El chavismo fragmenta a la oposición porque establece un antagonismo de clase y un discurso patriótico que permite dividir a las élites opositoras de las bases antimaduristas. La élite de la oposición venezolana, casi toda en Estados Unidos, hace llamados a violencia, invasión y sanciones que afectan a la gente. Llaman “entreguista” y “colaboracionista” a los partidos socialdemócratas con poder real en los territorios (con gobernaciones y alcaldías) por el hecho de buscar la salida electoral. Su último intento, la autoproclamación de Guaidó, terminó siendo más un fake que una alternativa real de poder. El chavismo, aun reducido, se comporta de manera compacta, mientras que la oposición, aunque tenga mayoría, no puede convertirse en alternativa de poder, sobre todo por sus divisiones internas. 

Por su parte, la estructura partidista y militar que dejó Chávez para la continuidad política hoy sigue muy sólida. Los poderes públicos lucen cooptados, salvo la AN. Cualquier líder político de oposición está advertido de que para gobernar el país debe dejar de lado una mirada criminológica sobre el chavismo y aprender a conversar con él, no solo en forma de sujeto político, sino de mando militar y estructura institucional.

Hasta Elliott Abrams, en una entrevista citada en el anterior CRISIS & CRITIQUE, ha comprendido la necesidad de reconocerle. Seguramente por la solidez que ha demostrado el sector militar. Pero no quiere enfrentarse a él en la arena electoral porque, como expresa el funcionario, el chavismo “podría dividir a la oposición” y “de hecho, podrían ganar una elección”. Ciertamente, este es un escenario factible por las ventajas que ha concedido la oposición desde su política abstencionista y por el ventajismo oficial reinante. Así resulta lógico pensar que unas elecciones como las que se cocinaron en Noruega sean vistas como un riesgo para la administración estadounidense. 

En conclusión, el chavismo podría ganar una elección en Venezuela incluso en su peor momento y la administración de Estados Unidos lo sabe.

 ¿Puede renovarse el chavismo?

¿Cómo puede renovarse un movimiento cuya dirigencia tiene gran responsabilidad por la peor crisis económica y social que el país ha vivido?

La primera razón es porque el chavismo llevó al país de una catástrofe social del 1989-1998, a un país próspero e igualitario de 2004 a 2012. La generación que presenció ese cambio es la misma que hoy decide, electoralmente, el rumbo estratégico del país. El chavismo tiene un voto duro de 5 o 6 millones de votantes de un padrón electoral de 20 millones, pero la migración venezolana, de aproximadamente 4 millones, afecta sobre todo a la oposición. Además de una división opositora que requiere una operación política de envergadura para poder unir los diferentes fragmentos, uno radical prointervencionista y otro socialdemócrata con poder electoral y territorial.

También las fuertes sanciones que ahorcan las políticas distributivas del Gobierno, cohesionan las fuerzas patrióticas y alimentan el relato antiimperial que siempre ha acompañado al chavismo. 

Además, el chavismo sufre contradicciones internas que avivan su proyecto original. El mejor ejemplo es la Marcha Campesina, una movilización que caminó más de 400 km en agosto de 2018 para llegar a Caracas a hacer demandas sobre la propiedad de la tierra rural y contra la represión dirigida por terratenientes, una lucha que lideraba Chávez, pero que desde su muerte había estado solapada a pesar de la agudización de las injusticias en el campo venezolano. Esa marcha sirvió al chavismo para reencontrarse como un movimiento luchador, humilde y honesto y con una fuerza de base muy distante de las élites del  chavismo arropadas de corrupción y autoritarismo. En la actualidad, las bases chavistas organizadas esperan un momento de reflujo opositor para develar una agenda popular e intentar lograr el mantra del chavismo militante: el golpe de timón, como le llamó Chávez a la necesaria lucha en contra de la burocracia y la ineficiencia.  

Es necesario también contemplar los liderazgos que emergen a lo interno del partido de Gobierno y que podrían tener impacto en un futuro próximo. Uno de ellos, el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, se rumoró que sería el candidato de haber unas elecciones negociadas en la mesa de diálogo propiciada por Noruega.  El otro es el gobernador de Carabobo, Rafael Lacava, quien aún no tiene un perfil presidenciable, pero sí la característica de romper con la forma de gestión del chavismo y con muchos de sus postulados. Vendría a ser como una propuesta de derecha o pragmática dentro del chavismo. Ambos liderazgos podrían cumplir con el objetivo de refrescar al chavismo y prepararlo para nuevos escenarios, pero sobre todo permitirían aclarar que no está del todo decantada una deriva vitalicia del poder político. 

A diferencia de otros países que producen alternativas de derecha dura para confrontar los liderazgos progresistas, en Venezuela, desde los candidatos opositores hasta los evangélicos terminan reivindicando postulados del chavismo y tratan de ocupar su simbología política. Los movimientos de élites no han sido fructíferos y la oposición popular que viene de sacar 7 millones 700 mil votos en diciembre de 2015, antes de la migración masiva, no puede decidir una vía electoral porque inmediatamente es acusada de “chavista” por el poderoso antichavismo radical que contempla como escenario único la intervención de Estados Unidos.  

A fin de cuentas, pareciera que el chavismo seguirá existiendo en Venezuela y a pesar de su declive cuenta con opciones propias para su renovación y para reajustarse de cara a un nuevo ciclo progresista que podría surgir en la región. También puede envejecer con el liderazgo actual porque podría escoger la vía de la perpetuación indefinida.

El chavismo será un movimiento importante los próximos años en Venezuela independientemente de lo que suceda, y tiene fichas para jugar en diferentes escenarios.

Por: Ociel Alí López

Bio: Ociel Alí López es un investigador venezolano que ha publicado numerosos trabajos escritos y en formato multimedia. Se ha dedicado a analizar la sociedad venezolana para varios medios de comunicación europeos y latinoamericanos. Es cofundador de la estación de televisión estatal venezolana alternativa Ávila TV, nacida en 2006. Recibió el premio de investigador CLACSO / ASDI y el premio de literatura Britto García. 

Sigue leyendo en Supuesto Negado nuestra serie de reportajes sobre el chavismo. En el próximo, dos íconos rojo rojitos de a pie, La Caperucita y el Che Venezolano, cuentan su historia. Te sorprenderán sus revelaciones.