Muchos no podían creerlo cuando, a principios de julio, Trump anunció que EE.UU. impondrá tarifas arancelarias a productos chinos por el valor de $34 mil millones a partir de este viernes.
Más aún, advirtió que Washington podría exceder los aranceles por encima de los 500 mil millones, equivalente a la cantidad que Estados Unidos importó de China el año pasado.
Este retroceso al proteccionismo, tras décadas de libre mercado, ha sido bastante inesperado sobre todo porque el mundo parece haberse puesto al revés: el gobernante del Partido Republicano promueve el proteccionismo y el Partido Comunista de China defiende “el comercio mundial”.
¿Qué es lo que está pasando?
Guerra comercial
Se conoció como guerras comerciales a conflictos en los que un país hacía muy difícil para otro comercializar los productos en su territorio: el país “A” le cobra unos impuestos llamados aranceles a las mercancías del país “B”, con lo que estos suben su precio y se hacen menos competitivas. Otra manera es subsidiar las mercancías del propio país.
Surgidas como medidas para proteger la producción nacional, las guerras comerciales se convirtieron en el preludio de conquistas y guerras imperialistas.
Tras la Segunda Guerra Mundial uno de los pilares del nuevo sistema internacional era el libre comercio pues, se creía, que mientras más comerciaban los países más independientes eran y más difícil se hacía una guerra. Esa es la idea detrás de la Comunidad Económica Europea -que luego se convertiría en la Unión Europea-, pues a las guerras arancelarias usualmente les seguían otras de conquista.
Esto no quiere decir que el comercio no siguiera siendo un recurso en las luchas y competencias entre países, solamente que la imposición de aranceles cayó en desuso.
Por ejemplo, una queja constante de los países del tercer mundo ante la Organización Mundial de Comercio son los subsidios que los países desarrollados aplican a su agricultura.
Como sea, este es el fin de un matrimonio económico único entre superpotencias rivales: durante décadas las empresas estadounidenses transfirieron sus fábricas a China buscando su mano de obra extraordinariamente abundante y barata y los bajos impuestos de las “zonas económicas especiales”, y China ubicó sus mercancías en los EE.UU. Para la industria americana del espectáculo China ha venido siendo un mercado emergente.
Disney, por ejemplo, es un ratón realmente grande que tiene un pie en Shanghái y otro en los Ángeles.
Y aunque eso no va a desaparecer de un momento para otro, la cosa se empieza a complicar realmente.
Lo que es igual no es trampa
Pero Trump venía usando una retórica fuerte contra el comercio chino desde la campaña electoral y, para sorpresa de todos, cumplió. La respuesta de la Cancillería china no se hizo esperar y el portavoz Lu Kang, dijo que su país estará “plenamente preparado para tomar un paquete de medidas necesarias” en defensa de sus intereses.
La lista de China afectará principalmente a los agricultores y otros sectores de la base política de Trump. Por su parte, los aranceles de Estados Unidos se dirigen a las grandes empresas tecnológica chinas. Es decir, se están dando donde duele.
China denunció el unilateralismo de EE.UU. y calificó las acusaciones de Trump como “especulaciones infundadas y restricciones irracionales”.
Matón comercial
Un portavoz del Ministerio de Comercio de China, Gao Feng, dijo que Washington está prendiendo fuego al mundo y que la guerra comercial de EE.UU. “dará un golpe al crecimiento mundial”.
“La parte china adoptará nuevas medidas de conformidad con las disposiciones de la Ley de Comercio Exterior con el fin de indemnizar los daños provocados por las actividades de Estados Unidos y proteger los derechos e intereses legales [del país]”, ha anunciado este miércoles el Ministerio chino de en un comunicado.
No sin ironía, los sucesores de Mao Tse Tung se han convertido en campeones del libre comercio.
“Las medidas estadounidenses están causando graves daños a las normas del comercio internacional y socavan los derechos e intereses legales de los miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), incluida China. De conformidad con las reglas de la OMC, la parte china solicitó a Estados Unidos que celebre consultas sobre la compensación por el daño, pero Washington se negó a hacerlo”, dice el mismo comunicado en que también exige al país norteamericano dejar de violar las normas del comercio internacional.
Citando cifras y advertencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los portavoces del gobierno chino han advertido: “La guerra comercial dará un golpe al crecimiento mundial”.
Negociaciones
En los días siguientes el conflicto recrudeció aún en medio de conversaciones informales entre Beijing y Washington para retomar el diálogo y frenar las sanciones.
A principios de agosto el gobierno de Trump anunció que estudia duplicar los gravámenes que prepara contra China: si antes había amenazado con cobros de 10%, la cifra subirá a 25%.
Ante las nuevas amenazas el Ministerio de Relaciones Exteriores de China declaró: “El chantaje y la presión de EE.UU. nunca funcionarán con China, y si toman medidas que empeoren la situación, nosotros tomaremos contramedidas para mantener nuestros legítimos derechos e intereses”.
Sin embargo y pese a lo fuerte de la retórica, dejó abierta la puerta a las negociaciones: “Siempre hemos pensado que las disputas comerciales deben resolverse mediante conversaciones y negociaciones. Nuestros esfuerzos y sinceridad están a la vista”.
Materias primas y commodities
Todo esto abre la pregunta de cómo afecta esta guerra comercial a América Latina, cuya economía depende de la exportación de materias primas. Algunos piensan que China, que ha estado aumentando su participación en las exportaciones de la región, podría profundizar sus lazos con América del Sur para compensar el cierre del mercado estadounidense.
El primer caso es la soya: si Beijing restringe las importaciones de productos de EE.UU., el principal productor mundial, probablemente tendría que comprarle a alguno de los otros tres grandes productores: Paraguay, Argentina y Brasil.
Solo países que estuvieran relacionados con las empresas afectadas serían arrastrados directamente por el conflicto cuyas consecuencias son más globales en el sentido de que puede disminuir la actividad comercial.
Respecto al petróleo, autoridades rusas dijeron que los anuncios han hecho que el precio se haga volátil.
En general la guerra comercial se considera mala noticia pues introduce perturbaciones de consecuencias impredecibles. Según la economista Gabriela Siller: “Una escalada en las tensiones comerciales deja principalmente expuesto al mercado global de commodities, ya que podría causar una distorsión en los fundamentales de oferta y demanda. Asimismo, se podría generar una desestabilización en el crecimiento económico mundial, debido a que en conjunto, Estados Unidos y China representan el 40 por ciento del PIB global”.
Por ejemplo, el anuncio de que Trump le aplicaría aranceles a aviones y automóviles chinos bajó el precio de varios metales.
Venezuela, que por desgracia se mueve exclusivamente en el mercado de materias primas no refinadas (petróleo y oro), solo se vería afectada si esa disminución del comercio global afecta el precio del petróleo. Pero la volatilidad puede tanto subir el precio como bajarlo.
Otra amenaza más directa es si EE.UU. piensa aplicar la estrategia de la guerra comercial (que es distinta de las sanciones propiamente dichas) a otros países.
En nuestro caso aplicar aranceles al petróleo venezolano, que alimenta a varias refinerías especializadas del sur de Texas, es una medida que, al parecer, fue discutida en el pasado, pero tendría un impacto muy fuerte en el precio del combustible en los EE.UU., por lo que afectaría más a la industria local de lo que golpearía a Venezuela. Los vínculos de las refinerías del sur de Texas con el crudo venezolano son muy estrechos y nos han protegido de sanciones más amplias.
Pero las repercusiones de este enfrentamiento entre titanes son, en última instancia, impredecibles para todo el mercado mundial.
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Por Fabio Zuluaga / Supuesto Negado