La situación de hostigamiento y bloqueo económico a la que se enfrenta la Revolución Bolivariana tiene un precedente en el embargo comercial aplicado por EE.UU. contra la Revolución Cubana. Si bien nuestras circunstancias no son las mismas a las vividas en la isla caribeña y hay diferencias notables en cuanto a la economía de ambos países (por no mencionar los otros aspectos), es posible buscar inspiración en la manera como ha afrontado la situación el liderazgo cubano en los más de 50 años que lleva el bloqueo.
¿Cómo fue el tratamiento discursivo que Fidel Castro dio a la situación de crisis creada en la isla por la injerencia económica yanqui? ¿Cuáles fueron los rasgos y elementos discursivos que ayudaron a resistir y superar la situación?
Quizás el rasgo más sorprendente y destacado del discurso del expresidente de Cuba, Fidel Castro, y de los otros líderes, como el Che Guevara, fue la claridad con que exponían la situación al pueblo.
Tal como decimos en Venezuela, los líderes cubanos no vacilaron a la hora de “hablarle claro” a la gente sobre la gravedad de la coyuntura y sobre los peligros que conllevaba. “La situación es difícil y se pondrá más difícil”, afirmaba el máximo líder cubano en 1962 ante el endurecimiento del bloqueo estadounidense decretado en la Cumbre de la OEA de Punta del Este.
Parece que negar las dificultades, soslayarlas o ignorarlas estaba vetado para la dirigencia revolucionaria. Sin embargo, lo dicho no implicaba que aquellos líderes fuesen pesimistas o derrotistas. Más bien partían de la premisa de que solo podían enfrentar los escollos y dificultades en la medida en que el pueblo fuese consciente de los desafíos que implicaban.
“No importa que aquí no vengan automóviles en muchos años; no importa, incluso, que muchos objetos de lujo no vengan a Cuba en muchos años. ¡No importa, si ese es el precio de la libertad; no importa, si ese es el precio de la dignidad; no importa, si ese es el precio que nos exige la patria!… el pueblo, el verdadero pueblo, el pueblo sufrido de siempre, ese pueblo cambia gustosamente lo que no tuvo nunca porque tendrá mañana, por todo lo que tendrá para siempre”.
A esta fuerte dosis de realismo se suma la comprensión y comunicación de la situación concreta que vivía el pueblo cubano. En particular Castro hablaba siempre desde la empatía y con un profundo conocimiento de las carencias y problemas de su gente. Por ejemplo, al respecto de la salud el presidente Castro afirmaba en un discurso en la universidad de La Habana, en 1962: “Y tiene mucha razón en estar presente el pueblo aquí, porque al pueblo le tiene que interesar mucho este problema; y posiblemente es uno de los problemas que más interese al pueblo. Y digamos no tanto al pueblo de la ciudad, al que le interesa mucho, como aun más al pueblo del campo, porque si en la ciudad se tiene consciencia de las necesidades médicas, la consciencia de esa necesidad es mucho mayor todavía en los campos, donde nunca tuvieron hospitales, ni dentistas, ni médicos. Y, precisamente, se trata de cómo atender esa necesidad del pueblo. Todo lo que interese al pueblo es preocupación fundamental de los revolucionarios; los revolucionarios trabajan para eso, y solo para eso: trabajan para el pueblo”.
Muy relacionado con el precedente, un factor determinante del discurso de la vanguardia cubana excede lo meramente discursivo y se enmarca en la acción: se trata de la prédica mediante el ejemplo. En tal sentido, son famosos y conocidos los videos e imágenes de los líderes cubanos sudando, sufriendo y sangrando junto a su pueblo. Por esto, para la mayoría de los cubanos, llegó a ser evidente que sus dirigentes vestían, comían y trabajaban lo mismo que ellos.
Otro elemento importante tiene que ver con la afirmación de los logros de la Revolución. Si bien estos eran publicitados, se hacía en su justa dimensión y sin exageraciones. Además, como regla general, dichos logros eran reconocidos como fruto del esfuerzo del pueblo.
También era común el reconocimiento de los errores y fallas revolucionarias. Uno de los discursos más potentes de Castro fue cuando tuvo que reconocer que no se había alcanzado la meta de producción azucarera. Este tipo de reconocimientos venían siempre de la mano de un análisis de la situación y de una atribución de las responsabilidades. Así, por ejemplo, en un discurso ante agrupaciones campesinas, Castro afirmaba: “Era triste pensar en ese trabajador del campo igual que los demás, mártir igual que los demás de la explotación en el pasado, víctima de los mismos sufrimientos que los demás, llegaba una revolución, y aunque lo que hizo fuera mucho mejor que lo que había, más justo que lo que había, sin embargo entrañaba algo de injusticia difícil de comprender, difícil de aceptar resignadamente. Era indiscutible, compañeros, que aunque se había dado un gran paso de avance, aquel paso de avance todavía no respondía por entero a una idea de justicia más perfecta”. A lo anterior es necesario agregar que la Revolución no propuso al pueblo medidas que fuesen imposibles de cumplir. Aunque estas metas eran por lo general difíciles de alcanzar, eran ejecutables.
Por otra parte, Fidel Castro nunca anunciaba que tomaría medidas a futuro, las anunciaba en el momento en que eran efectivamente tomadas.
Por último, el discurso de Castro y del liderazgo revolucionario iba de la mano con una política que intentaba, con mayor o menor éxito, realizar los valores revolucionarios. Por ejemplo, en los albores de la insurgencia y en relación al bloqueo, el expresidente afirmaba: “Es deber que cumplirá el Gobierno Revolucionario estudiar todas las medidas necesarias para que nuestro pueblo se pueda distribuir bien lo que tiene, para que lo que tengamos bajo el bloqueo llegue a todos, para que todos compartamos sin egoísmos lo que tenemos”.
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Por Julia Cardozo / Supuesto Negado