DECRETO 44: ¿QUÉ PIENSA HACER EL GOBIERNO CON PDVSA?

La crisis de PDVSA es real, ni es invento de los medios, ni complot del imperialismo –o no del todo: corrupción, sanciones, problemas técnicos y cambios de fondo en el funcionamiento del mercado petrolero, han llevado a la empresa a una grave crisis y al Estado venezolano a una encrucijada. Pero esta semana un nuevo decreto, el nº 44 apareció en la gaceta 41.376 y “madrugó” a todo el mundo. Este decreto, enmarcado en la emergencia económica, faculta al Ministerio del Poder Popular para el Petróleo, entre otras cosas, a: “Crear, suprimir o efectuar modificaciones a las empresas del sector público industrial petrolero, incluida Petróleos de Venezuela S.A., y sus empresas filiales”. Esto dejó a muchos con preguntas:

¿Piensa el gobierno suprimir a PDVSA? Y si no es así ¿para que darle al ministerio el poder para hacerlo?

Y en general ¿Qué es lo que va a pasar con PDVSA?

La crisis de PDVSA

La interpretación de este decreto no es sencilla: primero menciona “un plan integrado para aumentar sostenidamente de las capacidades productivas de la Industria Petrolera, Petróleos de Venezuela S.A., y sus empresas filiales a niveles óptimos de eficiencia” y luego le da al Ministerio el poder para suprimir a esas mismas empresas cuyas capacidades el decreto quiere aumentar.

¿Qué quiere decir esto? ¿Es que en el caso de que el plan no funcione se está abriendo la posibilidad de suprimir a PDVSA y sus filiales?

Estas son puras hipótesis pero también tenemos hechos: en una entrevista con José Vicente Rangel el presidente de Petróleos de Venezuela y ministro de Petróleo, Manuel Quevedo, aseguro qué:

“Pdvsa atraviesa una crisis financiera muy importante y mi designación apunta a contribuir, a sacarla adelante, en una coyuntura muy difícil”.

Quevedo subrayó que los costos de la industria, entre deudas comerciales y financieras, gastos diarios e inversiones son muy elevados, y han comprometido el flujo de la industria.

Según el ministro el flujo de caja no es constante: “a veces tenemos algunos días en los que no tenemos ingresos en la industria petrolera, algo que sería impensable, pero eso forma parte de lo que estamos revisando”.

También la productividad de la empresa habría bajado “La industria petrolera ha venido decayendo en la producción que tuvo el mayor impacto en el año 2016, cuando los precios del petróleo llegaron a 20 dólares por barril”.

Esta baja en la producción es muy seria. Recientemente la OPEP anunció que la producción de Venezuela cayó a 1.5 millones diarios. La producción petrolera de Venezuela se ubicó desde 1970 por encima de los 3 millones de barriles y desde entonces su mínimo histórico fue de 1.49 millones en 1987.

El Fiscal Saab ha denunciado un daño patrimonial de más de 15 mil millones de dólares que compromete, entre otras instituciones, a PDVSA. Las consecuencias de esas investigaciones han sido 36 altos funcionarios de la petrolera bajo investigación.

Las causas de esta crisis son muy debatidas: sabotaje externo, la corrupción durante la era de Rafael Ramírez, mala gestión durante los últimos años o una desprofesionalización de la empresa que, según algunos, no habría sido adecuadamente reconstruida luego del paro petrolero.

La respuesta tal vez sea una combinación de todas estas explicaciones, pero en un contexto de transformaciones profundas de la industria petrolera.

Los tiempos están cambiando

En los últimos años la industria petrolera ha estado aislada entre dos tendencias que parecen contradictorias: la primera es que las reservas de hidrocarburos aumentaron gracias a que la tecnología ha permitido llegar a lugares antes recónditos, y sobre todo, a que hidrocarburos antes inútiles como los esquistos ahora sirven para obtener combustible.

La segunda es que muchos países petroleros tradicionales están planificando un futuro sin petróleo.

En síntesis, nuevas potencias petroleras están emergiendo reemplazando a la OPEP y Noruega como megaproductores petroleros causando gran volatilidad en los mercados. Esto, unido al temor del calentamiento global, ha decidido a varios estados a diversificar sus economías y alejarse del petróleo.

En efecto, la caída de los precios del petróleo de 2014 se debió, entre otras cosas, a que Arabia Saudita elevó su producción para bajar los márgenes de ganancia de la industria del fracking y, a la vez, para quitarle a Irán su parte del mercado. Luego varios factores (guerra en Yemen, presión de Rusia) obligaron a los saudís a revertir su política y aceptar recortes de precios.

En efecto, gracias al fracking, que permite extraer y explotar los esquistos, EE.UU ha logrado la proeza de superar a Arabia Saudita como productor de hidrocarburos.

Otra fuente de energía emergente es el gas natural del que países como Irán y Rusia tienen importantes reservas y que es menos dañino para el medio ambiente.

La preocupación por el calentamiento global y el ascenso de los EE.UU como megaproductor petrolero es una de las razones por las que países petroleros tan importantes como Noruega, Qatar y Arabia Saudita quieren diversificarse, depender menos del petróleo y, eventualmente, salirse del negocio petrolero.

Saudies y qataries tienen proyectos de construcción de megaciudades portuarias, industriales y tecnológicas (Silicon Valey del desierto han dicho algunos).

Las consecuencias de esto son claras:

  • Estados Unidos y Rusia empezarán a reemplazar a Noruega y a los países de la OPEP como los grandes productores de hidrocarburos.
  • Es menos probable que los precios vuelvan a elevarse de la manera en que lo hicieron en el último boom petrolero (mucho y durante bastante tiempo).
  • Surgirán fuentes de energía más variadas, tanto basadas en los hidrocarburos (gas, esquistos) como en la energía solar y eólica que son cada vez más eficientes.
  • Los países petroleros tratarán de convertirse en exportadores de tecnología, conocimiento y servicios con muy alto valor agregado.

El signo de estos cambios es la entrada de Aramco, la colosal petrolera del estado Saudí, en la bolsa de valores, es decir, tras ser uno de los grandes monopolios estatales de la historia –y en cierto sentido el modelo de PDVSA– se convertirá en parte privada.

¿Qué hacer?

La posición de Venezuela en estos cambios es muy comprometida: su producción siempre ha sido relativamente modesta –en parte para compensar eso Perez Alfonzo concibió la OPEP– y vende crudos semipesados o pesados a refinadores de gasolina de Texas y Luisiana como Valero Energy Corp y la Chevron.

Hace años Valero Energy vio la oportunidad de vender gasolina en Texas y la costa del golfo de México refinando petróleo de países como Venezuela y Ecuador. Desde entonces invirtió e instaló grandes plantas de refinación de petróleo pesado y semipesado. Para tener su propia parte en ese mercado del sur de los EE.UU, Venezuela creó la CITGO.

Después de México, Venezuela es el segundo más grandes proveedor de petróleo a esa zona de los EE.UU y desde hace décadas, de esas ventas provienen los ingresos que sostienen a este país.

Además de los cambios globales que hacen más volátiles los precios y más sencillo para los EEUU prescindir, en el mediano plazo, del petróleo venezolano, nuestro crudo semipesado se está acabando y estamos dependiendo cada vez más del pesado y extrapesado que es mucho más difícil y caro de extraer y se vende más barato.

Por ejemplo, hay que comprar petróleo ligero y mezclarlo en una suerte de “merengada” antes de venderlo.

Vender petróleo en Asia, sea por sanciones o por baja de la demanda de nuestro crudo en los EE.UU implica no solo tener que preparar esa merengada sino mandarla lejos, bien lejos, al otro lado del mundo, a países como India (que tiene a su lado a Indonesia, un megaproductor de crudo) y China (que lo recibe como pago de las deudas que tenemos con ellos).

Adaptar a PDVSA a esa nueva realidad no es fácil: se requieren importantes inversiones en infraestructura técnica, pago de deudas, recuperación de la capacidad productiva, etc.

El decreto 44 parece reconocer que la empresa puede no tener futuro y, por tanto, le da al ministerio la potestad de tomar decisiones sumarias sobre asuntos como la reorganización de PDVSA y sus filiales, la asignación de contratos sin licitación, y la reincorporación de empleados en comisión de servicios, es decir, reconoce la situación de emergencia y la necesidad de, prácticamente, refundar la empresa.

No se trata solo de decisiones que hacen falta para reactivar la producción sino la existencia de redes de corrupción que la fiscalía ha ido revelando y que, al parecer, son la causa de que Nicolás Maduro hablase, hace meses, de la necesidad de una “revolución en PDVSA”.

Pero acuerdos con la Rosneft, empresa rusa, para reactivar varias refinerías parecen no haber prosperado y recuperar la industria requeriría inversiones millonarias dificultadas por las sanciones internacionales, y para afrontar las deudas de la empresa.

No es descabellado entonces que el gobierno haya al menos abierto la puerta para que, de ser necesario, PDVSA sea suprimida y reemplaza por otra empresa que reciba su personal y sus activos ¿Por qué facultar al ministro para una decisión tan extrema como suprimir la empresa si no fuera porque se considera la probabilidad?

Tal vez en otro marco institucional y organizativo, los acuerdos que al parecer se han discutido con Rosnef y Sinopec para asociarse en áreas como la refinación puedan prosperar.

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Por Fabio Zuluaga / Supuesto Negado