SUELTOS Y DISUELTOS SOBRE DEUDA Y DEFAULT

¿Quieres entender qué pasa con la deuda, sin hacer un curso intensivo de economía? Clodovaldo Hernández te lo explica rapidito.


Religiosamente. Venezuela cancela la deuda sin chistar, en los plazos y montos programados. A eso se le conoce como “pagar religiosamente”. Lo hace para que no le cierren el acceso al crédito y evitar que crezca el riesgo-país. Sin embargo, le siguen cerrando acceso al crédito y sigue subiendo el riesgo-país. Se confirma el aserto marxista: la religión es el opio de los pueblos.

“¿Viste?, ¡yo tenía razón!”. Si Venezuela deja de pagar su deuda externa en octubre de 2016, todos los súper-genios economistas que han estado pronosticando un default desde 1999, reivindicarán sus dotes de grandes profetas, aunque con unos añitos de diferencia. Dice el apostador hípico: “Así cualquiera la pega”.

Riesgo-país. Para los medios privados, dícese de un indicador que si sube, es noticia; si baja, no.

Economía de casino. Paso 1: los gurúes  de la economía pronostican un default. Paso 2: los gurúes no aciertan. Paso 3: gracias al pánico generado por sus propios vaticinios, los gurúes ganan mucha plata (…para eso son gurúes).

Desconfianza. Un reputado analista dice que somos la economía menos confiable de la Vía Láctea. Otro especialista reporta un detalle significativo: quienes tienen en su poder los bonos venezolanos no se han apresurado a venderlos, a pesar del casquillo de la banca de inversión y de sus maquinarias mediáticas. Se estima que más de 90% de los tenedores prefieren conservarlos. ¿De quién es entonces la desconfianza galáctica?  

¿Quién pierde? Los pueblos pierden si los gobiernos pagan la deuda externa porque es dinero que deja de emplearse en inversión social. Pero los pueblos también pierden si los gobiernos declaran un default, porque cuando los países no les pagan, los banqueros se ponen bravos y les tuercen el brazo a los gobiernos, y estos, a su vez, se lo tuercen a los pueblos. Conclusión: para el pueblo, esto de la deuda externa es un caso de perder o perder.

Sufrimiento. Afirma un funcionario: “El gobierno no se declara en default para evitarle sufrimientos al pueblo”. Rezonga el señor en la cola: “¿O sea, que lo que hemos pasado hasta ahora ha sido la parte buena?”.

La planta insolente. Si Venezuela decide cesar los pagos de la deuda, los acreedores pueden actuar contra los activos de Pdvsa fuera del país (refinerías, tanqueros, cuentas bancarias). Tal vez no vendrán a hollar nuestro suelo sagrado, como en tiempos de Cipriano Castro, pero igual se las arreglarán para poner su planta insolente en alguna parte de la patria.

Orquesta mediática. Lleva al menos tres años anunciando un default de Venezuela. Si éste llega, al menos habrá que reconocerle la perseverancia en el ensayo.

No es el fin del mundo. El Premio Nobel, Joseph Stiglitz, desmitifica la cesación de pagos. Dice que si se emplea el dinero en recuperar al país, en breve plazo se puede retomar la senda del crecimiento económico y cubrir los compromisos, tal como lo hizo Rusia. Los anti-Stiglitz responden que Rusia, cuando hizo eso, era todavía lo suficientemente Unión Soviética como para darse el lujo de ser unilateral y keynessiana.