¿Empiezan a surgir posturas discrepantes en la oposición respecto a una posible intervención armada directa de Estados Unidos o a través de grupos paramilitares para deponer al gobierno “por las malas”? Tal parece que así es, y debe constar que no se trata en este caso del sector opositor que ha marcado distancia desde el año 2019, sino de partes del “núcleo duro”.
El emblema de este momento es el economista José Guerra, quien sorprendió a sus seguidores con unas declaraciones de tono contemporizador, en las que dijo que quería ver a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y los demás chavistas haciendo política como la minoría que son.
Guerra hizo lo mejor que puede hacer un opositor para alborotar el avispero radical: asumió una postura conciliadora. Y lo hizo sobre un punto en el que las avispas son particularmente furiosas: la determinación de que el largo conflicto político nacional finalice con un exterminio del chavismo.
En momentos en que Estados Unidos parece haberse decidido a intervenir militarmente o imponer un bloqueo naval para ahogar al gobierno de Nicolás Maduro en medio de una pandemia, Guerra asumió una variante pacifista con una dosis de nacionalismo: “La salida tiene que ser política, al final la gente va a tener que votar, porque yo no me voy a calar un presidente por una intervención, yo quiero que la gente escoja su presidente”, expresó.
Ardió Troya, como era de esperarse. Los guerreristas digitales lanzaron las clásicas acusaciones de colaboracionismo y alguna defensora de derechos humanos hasta se atrevió a elucubrar que el diputado fue torturado gravemente por “la dictadura”, lo que habría quebrado su determinación.
El caso de Guerra no parece ser el único, aunque sí el más impactante porque pertenece al bando de la línea dura. De hecho, sobre él pesa la acusación de aupar y financiar los disturbios en Caracas en 2017 y luego de la autoproclamación de Juan Guaidó en 2019. El proceso judicial abierto en su contra, que lo obligó a declararse en la clandestinidad, es por traición a la patria, rebelión civil, concierto para delinquir, usurpación de funciones, instigación pública a la desobediencia de las leyes e instigación al odio.
Stalin González: ¿fuera de contexto?
Otro dirigente de alto nivel dentro de la oposición que parece determinado a revisar las posturas radicales es Stalin González. En una entrevista con el diario catalán La Vanguardia, dijo que el conflicto político venezolano debe resolverse mediante una negociación y no con la imposición de un grupo sobre otro.
Cuando se difundió la entrevista, González se apresuró a acusar al periodista de sacar sus palabras de contexto. Explicó que habló con el reportero del diario barcelonés en febrero, y la entrevista se publicó en marzo, luego de que ya había corrido bastante agua bajo el puente. Específicamente, en el ínterin había ocurrido nada menos que la sucesión de jugadas de EE. UU. sobre Venezuela: el anuncio del juicio a Maduro por narcotráfico y terrorismo con oferta de recompensa por su captura; y la propuesta de un nuevo plan de transición “sin Maduro y sin Guaidó”. Las aclaratorias de González no impidieron que también fuera picado por las avispas furibundas o, cuando menos, puesto en observación como un posible cuadro “blando”.
Capriles: acuerdo sobre la pandemia
Otro que se atrevió a desafiar los aguijones y plantear “algún tipo de acuerdo” con el gobierno fue Henrique Capriles Radonski, quien se ha perfilado como líder de la corriente moderada de Primero Justicia. Su propuesta –es necesario aclararlo- estuvo restringida al punto de la atención al Covid-19, pero no por eso dejó de marcar diferencia.
“Aquí no se trata de ver quién derrota al otro. Imagínense ustedes, ¿somos tan pequeños que en una pandemia y una emergencia en el mundo aquí vamos a estar en eso?… creo que Venezuela merece todo y los venezolanos merecen todo. Y que nosotros estemos a la altura del momento tan difícil y de tanta incertidumbre que vive nuestra gente”, dijo.
Carlos Blanco descarta invasiones
Semanas antes de que el gobierno de Donald Trump, acicateado por el problema de la pandemia, le pusiera precio a la cabeza de Maduro y anunciara una operación antidrogas en el Caribe, que más parece dirigida a asediar a Venezuela mediante un, el intelectual de derecha Carlos Blanco aseguraba que “no hay ni habrá invasión a menos que la locura de la cúpula roja desarrolle acciones militares abiertas hacia el exterior. Esto no sucederá porque los jefes de la corporación criminal han decidido disfrazar sus incursiones externas con financiamiento subrepticio a grupos desestabilizadores y la siempre generosa ayuda al ELN, la disidencia de las FARC, los colectivos, y otras pandillas”.
Blanco aseguró que “no habrá invasión porque Estados Unidos no está en condiciones políticas de hacerla y porque las fuerzas democráticas del país no la piden, entre otras cosas, porque convertir a Venezuela en espacio de una ocupación militar extranjera prolongada no le interesa ni le conviene a nadie”.
Al afirmar, de modo tan tajante, que las fuerzas democráticas del país no están pidiendo una invasión estadounidense, Blanco pareciera poner fuera del ámbito de la democracia a una parte sustancial de la oposición que ciertamente ha pedido a gritos dicha intervención. La voz cantante en este clamor la han tenido el propio Juan Guaidó y todos los que se desenvuelven como funcionarios de su gobierno, quienes han insistido siempre en que todas las opciones están sobre la mesa, e incluso debajo de ella.
Silencios elocuentes
Aparte de quienes han fijado posición con declaraciones, como Guerra y González, o al menos sobre un entendimiento para la pandemia, como Capriles, puede afirmarse que muchos dirigentes han opinado con su silencio. En este grupo están los integrantes del G-4 que no han apoyado abiertamente la invasión o algún otro tipo de remoción violenta del gobierno, pero tampoco han opinado en contra.
Entre las figuras más destacadas están el secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup; el jefe de Un Nuevo Tiempo, Manuel Rosales, así como cuadros de estos dos partidos que habitualmente participan en la polémica política. En su descargo, tal vez dirán que están guardando también cuarentena de declaraciones.
Por Clodovaldo Hernández / Supuesto Negado