Como toda crisis la de Venezuela no se distribuye democráticamente. Algunos la padecen más y otros hasta se benefician de ella.
El descontento –y el resentimiento– por esa distribución desigual de la crisis está creciendo. Sin embargo, esta desigualdad nueva no se presenta exactamente igual a la de otras épocas.
Algunos quisieran que los “oligarcas” encopetados fueran los que se escaparan o se beneficiaran de la crisis. Otros quisieran que fueran la “nomenklatura” chavista.
Sin embargo, no es tan sencillo, pues ni siquiera podemos decir que solo los “de arriba” se están escudando o beneficiando de la crisis.
Ya habíamos hablado de este nuevo mapa de la desigualdad pero es hora de tratarlo con un poco más de detalle
¿Quiénes son los que están blindados contra la crisis? ¿Quiénes se benefician de ella?
La nueva imagen
Formado en los años sesenta y setenta, la visión “clásica” de la pobreza latinoamericana es muy conocida: los pobres viven en barrios, son trabajadores manuales, su cultura es tradicional y no tienen posesiones materiales.
Esta “fotografía” –válida hasta 1989– es, sin embargo, la que conserva mucha gente de izquierda. Pero haría falta una nueva fotografía, o mejor dicho, un canal de Youtube.
El barrio ha desarrollado su propio modo de vida y su cultura –que es distinta de la rural–. Aunque sus códigos son diferentes a los de la clase media, están tan expuestos como ella a los medios de comunicación incluidas las redes sociales.
Hay muchos trabajadores calificados y profesionales en los barrios. Incluso desde antes de que Chávez llevara programas educativos existía un esfuerzo muy grande por profesionalizarse para mejorar sus posibilidades y sus salarios.
Los barrios –y no solo en Venezuela– están llenos de televisores pantalla plana, antenas de Directv, mucha gente tiene teléfonos inteligentes.
El crimen, sobre todo el violento, ya no es una simple reacción al hambre o una forma de rebelión: es una especie de industria que da trabajo a miles de jóvenes.
El malandro no es un “rebelde social” es un empresario de la violencia.
Pero la desigualdad entre la gente que se mete al narcotráfico, el bachaqueo, los secuestros, con la que no lo hace no es la única que existe en el barrio.
Están las que hay entre los más profesionalizados con los que menos, los que reciben remesas de parientes en el exterior, los que se han beneficiado más de las políticas sociales y el aumento del gasto público (por ejemplo, los trabajadores de las obras de Odelbrecht eran verdaderos privilegiados en el barrio).
Pero eso son solo algunas de las figuras del capitalismo popular.
Capitalismo de y para los pobres
Así es, el “capitalismo popular” no esperó a que María Corina Machado lo invocara: mototaxistas, narcotráficantes, buhoneros, pequeños emprendedores y luego bachaqueros empezaron a surgir incluso antes del boom petrolero.
Unos son perniciosos y otros beneficiosos, pero todos expresan el mismo fenómeno.
Hace unos años los enormes puestos de ventas de los buhoneros atestiguaban cómo estaban creciendo las empresas –y mafias– de la economía informal.
Los mototaxistas son básicamente empresarios de sí mismos que requieren de su propia habilidad para sobrevivir sin un patrón.
Y los “pranes” tanto de barrios como de cárceles no se quedan atrás en la tendencia latinoamericana a la empresarialización del crimen.
Y luego surgiría una figura inquietante: la de los bachaqueros que empezaron a construir fortunas, primero de la comida subsidiada, luego de las cajas de Clap. Son uno de los sectores más exitosos del capitalismo popular.
El barrio tampoco fue ajeno a la fiebre de los cupos de Cadivi y al consumismo de los años del esplendor revolucionario.
Pero dentro del barrio no todo el mundo se benefició igual del boom petrolero, no todos están metidos en el capitalismo popular y los que lo están no participan igual de la torta.
Bachaqueros de apartamento
Los bachaqueros no son patrimonio exclusivo de los barrios: cualquiera con las conexiones adecuadas puede obtener las mercancías y revenderlas.
Una vez que han comenzado a hacerlo, las ganancias son tan insólitas que no es difícil crecer y crecer o moverse a negocios todavía más prometedores como el tráfico de efectivo o la venta y compra de dólares negros.
Los grupos de Whatsapp y Facebook están llenos de bachaqueros y comerciantes informales de clase media que venden todo tipo de bienes incluidos dólares y euros.
No extrañe que, en una urbanización de clase media, pueden existir diferencias abismales entre una familia de asalariados o pequeños comerciantes con otra de bachaqueros.
Además, uno de los sectores que más se benefició con los cupos de Cadivi fue la clase media así que los capitales sociales y la astucia de cada quien para obtener dólares pueden hacer una gran diferencia en un mismo edificio y hasta entre una misma familia.
Dolarizados y no dolarizados
El aumento del dólar paralelo hizo que esa divisa se convirtiera en un bien estratégico.
Con la devaluación del bolívar incluso los que tienen grandes ingresos tienen que cubrirse las espaldas ahorrando con mercancías (carros, electrónicos, etc.) o en dólares o euros.
El esfuerzo por “cazar dólares” inició entre la clase media pero, con la masificación de la emigración y la hiperinflación, es previsible que se convierta en la preocupación de millones de venezolanos.
No todos los dolarizados están metidos en el mercado negro o tienen cuentas en el exterior: hay subgrupos como los remeseros (que tienen parientes afuera quienes les envían remesas) y un grupo creciente de gente que obtiene ingresos trabajando por internet a través de plataformas como workana o wearecontent.
Traductores, diseñadores gráficos y redactores web pueden llegar a tener ingresos considerables por esa vía. Además, han surgido formas insólitas de ganar dinero a través de los videojuegos.
Es parte de una tendencia por la cual conocimientos prácticos como saber usar bien el internet, conocer el inglés y tener algún oficio se demuestran a veces más útiles y competitivos que los títulos universitarios.
Los enchufados
Esta etiqueta fue inventada por Capriles en 2013 y por eso no les gusta mucho a los chavistas. Sin embargo no aplica solo a chavistas.
Es cierto que los partidarios de Hugo Chávez no son creados iguales y no carecen de jerarquías.
En la base hay gente que trabaja todo el día en un consejo comunal sin esperar paga y hay quien cobra por no hacer nada.
Más arriba, están desde los que han acumulado enormes fortunas hasta los que, a punta de conexiones, pueden recibir todo tipo de beneficios: créditos, viajes, apartamentos, etcétera.
Hay gente que cobra por romantizar la vida del barrio y otra que tiene que vivir en el barrio real.
Pero lo más interesante es que no solo los chavistas pueden ser enchufados: gente como los infames Bolichicos, el “Coco” Sosa, y una gran parte de los dirigentes políticos de oposición tienen cómodas relaciones con el Estado y eso crea un gran descontento en las bases.
Pero, evidentemente, tampoco todos los enchufados son iguales: está el parásito que no hace nada en el ministerio, el empresario de maletín, el intelectual subsidiado, el empresario oportunista… todos operando a distintos niveles.
Algunas de estas nuevas figuras de la desigualdad son formas saludables en que la gente se adapta a la crisis para sobrevivir, otras son peligrosas porque fragmentan la sociedad y reemplazan la solidaridad y la cooperación con oportunismo y tráfico de influencias, pero también porque desencadenan resentimientos y cacerías de brujas.
El nuevo mapa de la desigualdad es más complejo, más fragmentario y requiere otro tipo de acciones que es momento de que vayamos pensando.
__________________________
Por Fabio Zuluaga / Supuesto Negado