2018 fue un año muy malo para los venezolanos, pero nunca peor que 2017, 2016 o 2015.
Este año hubo cierta estabilización en el consumo y la gente, mal que bien, aprende a sobrevivir en la crisis. Entre el ingreso del Estado y las remesas, la mayoría de familias se sobrepuso a un año en el que la tempestad política no cesó.
No fue el año de colas o golpizas por comida, ni de la gente comiendo en la basura. Pero fue el del colapso de los servicios públicos. El transporte, el agua, la salud y la electricidad hicieron aguas. Y el año de la debacle productiva de PDVSA.
Con el triunfo del 20 de mayo, el Gobierno selló su hegemonía política. Pero dio muestras de su impotencia para controlar económicamente el país. La diferencia con los años anteriores es que en este no había excusa, ya tenía todo el poder en sus manos.
El tan esperado 2018, por su carácter electoral, fue afectado por la ausencia política de la oposición. Y no en cualquier escenario sino en el presidencial. ¿Valieron la pena las guarimbas del 14 y el 17 para, al final, no asistir al 2018? La oposición, que había marcado la agenda en el 2016 desde la AN y el 2017 con las protestas de calle, este 2018 sencillamente se suicidó. El espectacular atentado con drones al presidente selló el fracaso opositor por cualquier medio.
Este año también brotó una diatriba profunda en el chavismo entre dos corrientes emergentes en su seno: la burguesía revolucionaria y la marcha campesina. ¿Cuál es tu team?
El negocio del oro parece que rindió dividendos, pero aún no sabemos el impacto ecológico y cultural en nuestra Amazonía.
Sorprendió la aplicación de la vieja política de “plomo al hampa” en muchas ciudades, para aplacar el auge delictivo. Entre la migración y el Faes bajaron considerablemente los índices de secuestros y el poder de las bandas. Pero las masacres policiales se hicieron cotidianas.
En América Latina se selló la derechización de Suramérica con triunfos retrógrados en Colombia y Brasil, el encarcelamiento de Lula y la persecución judicial de otras figuras progresistas. La izquierda abrió en México una ventana.
Las buenas noticias son que con la sobresaliente actuación de Deyna Castellanos y Josep Martínez, los venezolanos mandamos en Norteamérica ya no solo en las mayores de béisbol sino también en el fútbol. Y, bueno, en el Miss Universo seguimos teniendo a las favoritas.