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Por supuesto que la situación no es como para reírse, pero no nos pueden negar que lo que está ocurriendo nos lleva al borde de lo irreal. Ante los innumerables intentos fallidos de la oposición por llegar a Miraflores, ahora resulta que tampoco es tan importante llegar a allí para ser presidente, como no lo es que tu investidura sea reconocida por alguna institución nacional.
De hecho, eso de que la Fuerza Armada te reconozca como Comandante en Jefe está sobrevalorado. Al final, ¿quiénes son ellos para decirte lo que eres? Si tú quieres ser presidente, si de verdad lo deseas, solo pídelo desde el fondo de tu corazón y eso se te va a dar.
¿Es así como funciona? ¿Nicolás Maduro debe caer en cuenta de que ya no es presidente y que no tiene otra opción que llamar a Guaidó y entregarle la banda presidencial?
No solo sabemos que no lo va a hacer, sino que ellos, Estados Unidos y la dirección fascistoide y alocada que Washington le impuso a la oposición, también lo saben. Así como saben que nos están llevando a la situación más destructiva. Irán de provocación en provocación, en escalada, hasta que por fin puedan encontrar la excusa para dar el zarpazo final, que, por cierto, no será el final de nada, sino el inicio de un desastre caotizante de consecuencias impredecibles.
La imagen que utilizamos hoy en este editorial es nuestro sencillo homenaje a esos desesperados antichavistas que creen, en su ingenuidad, que lo que ocurrió ayer puede ocurrir así nomás. Esos que sin saberlo invocan una pesadilla como si se tratara de su más noble fantasía.
