Estereotipo de la mujer venezolana: de miss a prostituta

Aunque Venezuela sigue figurando en parte del imaginario mundial como “el país de las mujeres bellas”, la crisis multifactorial de los últimos años y la migración económica han hecho que se diluya la figura de las misses y cada día los medios instalen en la opinión pública internacional más bien la de “prostitutas”.

El tinglado informativo ha publicado cientos de notas sobre los grupos vulnerables venezolanos en el exterior, haciendo especial énfasis en quienes se dedican al trabajo sexual. Ahora las mujeres venezolanas transitan de un estereotipo de reina de belleza y mujer bella a otro estereotipo: prostituta.

De este lado de la región, los medios aseguran que las venezolanas han desplazado a las colombianas, quienes históricamente eran la comunidad más visible en el mundo del sexo por dinero.

Algo es cierto: así como ahora la diáspora se expande desde el país petrolero, antes el conflicto interno colombiano impulsaba a miles de mujeres pobres a buscar mejor vida en los países vecinos y la prostitución, muchas veces, se convertía en su medio de sustento.

En Colombia, Brasil, Panamá, Perú, Ecuador y Trinidad y Tobago, se han detectado redes de prostitución y tráfico de personas que captan a mujeres venezolanas. Recordemos que según la ONU, 92% de las víctimas en Suramérica son traficadas hacia países vecinos o cercanos.

Había una vez… el Miss Venezuela

Sin lugar a dudas, los triunfos alcanzados en certámenes de belleza internacionales de las ganadoras del Miss Venezuela colocaron a nuestro país como fuente de mujeres hermosas.

Carmela Longo, reconocida periodista de espectáculos con más tres décadas de experiencia, explicó a Supuesto Negado que a partir de la década del ochenta las venezolanas empezaron a ganar concursos internacionales. “En 1979, Maritza Sayalero ganó el Miss Universo −mucho antes Susana Duijm se había coronado en 1955 como miss Mundo− y fue el comienzo de una época dorada de las reinas venezolanas que ha seguido inclusive hasta el año pasado, cuando Mariem Velazco se coronó miss Internacional”.

Hasta ahora, Venezuela es el país que ostenta más coronas en el planeta: 7 Miss Universo, 6 Miss Mundo, 8 Miss International, 2 Miss Tierra, 1 Miss Grand, 3 Miss Intercontinetal, 5 Miss Sudamérica y 4 Reinas Internacional del café (según Andrés Carmona experto en misses, @expedientemiss).

La altísima popularidad del “magno evento de la belleza” no es solo dentro de nuestras fronteras. Incluso se trasmite en otros países de Latinoamérica y Asia.

Si bien es cierto que hay un estándar de belleza internacional basado en la simetría y las proporciones, no es un dato menor que fue Osmel Sousa “El Zar de la Belleza” quien ideó una fábrica de reinas, aprovechando su conocimiento sobre las preferencias de los jurados en cada competencia internacional.

El concurso caló tan profundo en la cultura venezolana que durante décadas se mantuvo una especie de culto: a cualquier niña linda se le preguntaba si quería ser miss.

Para Carmela Longo, las venezolanas siguen siendo coquetas y vanidosas, a pesar de la crisis y el alto costo de los cosméticos, “siempre tratamos de andar bien arregladas y nos preocupamos por mantener a tono nuestro cuerpo, aunque eso ha disminuido en comparación con el pasado”, detalló.

Sobre el prejuicio impulsado por los medios de comunicación de los países receptores de la diáspora venezolana, Longo considera que eso puede formar parte de la mala publicidad que se le hizo al concurso después de la salida de Osmel.

Recordemos que recientemente cayeron sobre el certamen decenas de denuncias de prostitución y corrupción. Por lo menos media docena de exmisses inundaron las redes sociales intercambiando insultos y señalamientos.

“Las acusaciones contra las venezolanas forman parte del prejuicio y la xenofobia contra la diáspora. No todas las personas que se van son delincuentes, prostitutas o chavistas. No se puede negar que hay, pero no son la mayoría”, subrayó Longo.

Migración económica y prostitución

Es un dato comprobado que cada vez que un país entra en crisis económica, humanitaria, sufre una hambruna o una guerra, sus mujeres están entre los principales grupos sensibles y la migración es una alternativa de escape.

Y ante la falta de dinero y apoyo, en un lugar nuevo, algunas son víctimas de la explotación sexual. Recordemos que este flagelo se refiere a todo abuso cometido en una situación de vulnerabilidad, con propósitos sexuales, para aprovechar material o socialmente la explotación de otra persona.

Obviamente, las condiciones restrictivas y el insuficiente acceso en el campo laboral de las migrantes recién llegadas contribuyen a fomentar su explotación.

Andrea Romero, educadora e investigadora feminista explicó a Supuesto Negado que la estigmatización que se hace −en el contexto migratorio− de las mujeres venezolanas es básicamente por aporofobia (miedo a los pobres) y xenofobia.

“En Colombia, por ejemplo, se ha generado mucha prensa amarillista y sexista sobre todo por la carga simbólica del mito patriarcal de ‘las mujeres más bellas del mundo’, que instaló la industria cultural opresora como una forma de identidad”, dijo.

Aseguró que hay un escaso trabajo investigativo de las condiciones de las mujeres migrantes. “El año pasado el Colectivo Feminista Las Comadres Púrpuras contabilizaron más de 15 feminicidios de venezolanas en el exterior −con edades entre 18 y 35 años− algunas de ellas en contextos de prostitución forzada”.

Históricamente, la migración de las mujeres se ha asociado al trabajo sexual, porque es el trabajo al cual tienen acceso las mujeres que no tienen protección del Estado.

Yoha Linárez, coordinadora académica de Huellas en el Sur, explicó a Supuesto Negado que al igual que en muchos procesos migratorios, un porcentaje de migrantes venezolanas han realizado trabajo sexual, pero el discurso sobre las mujeres venezolanas ha trascendido los debates sobre el trabajo sexual y se las tilda de prostitutas por parecerles atractivas a los hombres de los países a los que llegan.

“Esto se ha convertido en un problema para las migrantes venezolanas porque llevan consigo el estigma de ser objeto del deseo y, por tanto, perniciosas para la sociedad, tan perniciosas como los narcotraficantes, ladrones, asesinos y delincuentes que ven en los migrantes en condiciones de precariedad”, detalló.

Reflexionó sobre la pregunta que hay qué hacer. ¿Responde todo esto al interés de crear una imagen negativa de los venezolanos en medio de su crisis migratoria y así contribuir con la desestabilización en la región?

Estereotipos mediáticos

Los métodos de deshumanización discursiva utilizados en la mayoría de los medios de los países receptores de la migración venezolana “crean” identidades erróneas, y su aparente autoridad para representarlos contribuye negativamente en el entendimiento del éxodo venezolano.

Así como es falso que las venezolanas son las más bellas del planeta (las misses distan mucho del común femenino nacional) el nuevo estereotipo de “prostitutas” estigmatiza a toda una comunidad migrante por solo un pequeño porcentaje.

Aunque existen diversas opiniones sobre la prostitución como oficio −oscila entre abolicionistas y regulacionistas− generalmente no es una experiencia individual, sino una institución convertida en negocio que reproduce y se mantiene sobre relaciones sociales de opresión y de dominio.

Lejos de la mojigatería, lo realmente importante es que las migrantes venezolanas tengan la posibilidad de ejercer la prostitución solo como una elección y no como la única salida de supervivencia para resolver sus necesidades básicas porque no hay otra fuente de trabajo.

Más cuesta arriba, pero también más trascendental, es que Venezuela logre sobreponerse a la aguda crisis económica y política, pues resulta la única manera de detener el éxodo.