Desde lo que Tamara Maldonado problematiza como un posible feminismo retrógrado, pudiese pensarse que feminismo y porno no van de la mano porque el porno (industria masiva y multimillonaria), en primera instancia, existe desde las lógicas del capitalismo patriarcal para la objetificación y uso sexual de la mujer y para el disfrute, únicamente, del hombre. Pero, ¿qué tal si el feminismo se valiera de lo mismo y buscara un empoderamiento desde ese lugar?
Existen varias aristas por dónde agarrar este tema: está lo moral (lo que es justo y lo que está bien), lo filosófico, lo teórico, y lo práctico. Pero, ¿quién define estos ángulos y desde dónde y, así mismo, cómo se ejercen las prácticas?
Pro-sexo versus feminismo anti-porno
Sabemos que ha habido una disputa entre las feministas pro-sexo y las feministas antiporno. Son debates que se heredan desde el feminismo gringo y la segunda ola feminista. Ahora, ¿Qué dice la gente real que consume porno y la que no consume porno, y cómo se lleva esto a la práctica del sexo, al placer y al goce?
Es bastante común que los hombres hablen abiertamente de su consumo de porno y del disfrute que ganan en él, y de cómo este ha sido escuela básica para su iniciación y práctica regular del sexo. Y de ahí, que digamos generalmente que el porno es por y para los hombres, y que las mujeres son cosificadas y objetificadas. Pero lo que no es común es que las mujeres hablen del porno o de la masturbación. ¿Existe una diferenciación dura de género ante el consumo de la pornografía? ¿Cuáles son las representaciones sexuales que tenemos y cómo las decantamos en nuestras prácticas? ¿Qué es para nosotrxs el erotismo, la sexualidad, el disfrute? Pareciera que, ante esa división de género, las cosas estuvieran medidas desde lo moral, y hasta cierto punto, desde lo que implica que porno es igual a abuso y violencia.
Lo interesante es que cuando se hizo una consulta pública respecto a si feminismo y porno iban de la mano, en su mayoría las personas (desde su experiencia individual) se preguntaban si el feminismo era capaz de ejercer de manera liberadora el porno, o no. De modo que estas respuestas no ruedan sólo en las teorías y lecturas, sino que la misma gente común se problematiza este rollo también: MA mencionaba que “el problema viene cuando tras esta industria hallamos la esclavitud sexual y el irrespeto a los derechos sexuales y reproductivos, o la reproducción de patrones de dominación”. BJ decía “opino que sí hay posibilidad que vayan de la mano, siempre y cuando el tramado conceptual previo a la concreción de las pelis esté ganado para el empoderamiento femenino sobre sus cuerpos. Sin embargo, creo que la industria no está diseñada así y las actrices tienen que hacer “carrera” para poder empoderarse, hacer sus propios productos vía cam o con su propia productora y luego volverse ellas las proxenetas, lo que quiere decir que capaz la industria “las empodera” sólo en apariencia…”. Y RM nos comentaba: “pienso que el feminismo puede ponerse a pensar en formas de producir porno que no atenten contra nuestra integridad como mujeres, que no reproduzcan patrones impuestos por el sistema patriarcal. Pero de que el feminismo deba ir en contra del porno, no. No lo creo”.
Pareciera, a partir de estas respuestas, que están en disputa el irrespeto a los cuerpos versus el empoderamiento real de las prácticas pornográficas ejercidas por mujeres.
Nancy Prada Prada establece un territorio de debate: la dicotomía peligro/placer. En dos platos esto resume lo que aquellas personas nos indicaban y a su vez lo que ellxs mismos se problematizan: ¿El porno implica un territorio de violencia versus uno de placer o es al contrario? ¿Cómo el feminismo ejerce estos territorios si aboga por el respeto al cuerpo de las mujeres y a su libre derecho de decisión, y en este sentido, el porno pudiese cubrir ambos ángulos? Pareciera que la cosa es un arma de doble filo, o un entramado complejo de contradicciones.
Violencia vs consentimiento. ¿La sumisión promueve la violencia?
El porno heterosexual, en su gran mayoría, establece un territorio de sumisión por parte de la mujer: hay gemidos de un aparente placer que resulta incómodo y no del todo creíble, además de que hay escenas que incluyen violencia en varias escalas. Varias feministas indican que el porno ha forjado el imaginario sexual colectivo enseñándonos que el lugar sexual de la mujer es uno de sumisión y aguante ante la sexualidad desaforada de los hombres, y que las mujeres no disfrutan del sexo ni les resulta placentero.
¿Hay límites en la representación de las fantasías sexuales?, se pregunta Marta Borraz. El sexo feminista plantea que reformando la estética y los modos de producción de la pornografía pudiese apuntarse a una liberación y un goce pleno y consensuado del sexo, lo que no implica en ningún momento que sea un sexo romanticón. La diferencia entre el porno mainstream y este, en primera instancia, sería el reconocimiento de la mujer como ser que también tiene sexo, disfruta y tiene orgasmos, y que decide por su cuerpo. Pero el detallito de pertenecer a una industria capitalista, patriarcal y multimillonaria no parece estar resuelto. La cuestión —dice Henar Álvarez— no es que a las mujeres no nos interese el porno —o el sexo—, quizá nos ocurre que estamos hartas de vernos con unas uñas que nos destrozarían el clítoris, vestidas de sirvientas y siendo sometidas por un grupo de cromañones.
Jerarquías sexuales, censuras y leyes sobre sexo
Las feministas pro-sexo identifican el placer como un elemento fundamental de la liberación de las mujeres y cuestionan la capacidad del “Estado patriarcal” para garantizar su bienestar”, dice Marta Borraz. Pero este feminismo apunta, también, a la visibilización de los cuerpos no clásicos que el porno heteronormado y blanco excluye de su jerarquía: negrxs, gays, lesbianas y trans.
El porno clásico establece leyes: sumisión de la mujer, utilización, goce y disfrute a cuestas de un cuerpo utilizado por parte del hombre. El feminismo pro-sexo estaría apuntando así a reconocer que la mujer también es sujeto que siente y busca placer, y que disfruta enormemente del sexo. ¿Apuntaría así a una no-división de género del disfrute del sexo?
El punto en común, el punto de encuentro, pareciera estar en el deseo mutuo y en el erotismo disfrutado por todxs.
Y… ¿a qué llegamos?
Si el deseo está construido bajo las leyes patriarcales, y las mujeres también sienten deseo, ¿cómo liberamos esta tensión?
Clara Serra Sánchez nos dice que “[nos enfrentamos] a una dificultad cada vez que consideramos que la pornografía no tiene nada que ver con el deseo femenino, que el porno es para hombres y que a las mujeres no nos gusta el sexo con humillación y violencia, cuando nos asomamos a la construcción del deseo en condiciones patriarcales. Si eso fuera así, el problema sería bastante más sencillo, pero me temo que eso es nada más que esquivar acríticamente la dificultad del asunto”.
¿Que tal si dejáramos de pensar esta construcción del deseo fuera del terreno de lo patriarcal y lo viéramos con una mirada más corpórea, humana si se quiere, desde el disfrute pleno que somos capaces de sentir y gozar ambos sexos por igual?
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Por Sahili Franco / Supuesto Negado