LAS NUEVAS CULEBRAS POLÍTICAS

Vivimos un momento extraño de la política: la polarización entre chavismo y antichavismo, que ha sido la pauta por casi veinte años, parece haber mutado hacia peleas interiores tanto entre los partidarios del gobierno como entre sus adversarios.

Si analizamos el espectro bolivariano podremos apreciar la existencia de un notorio descontento del chavismo de base con la dirigencia alta y media. La roncha que están pasando las bases genera resentimientos hacia los funcionarios mejor acomodados (los llamados “enchufados”), especialmente aquellos que se muestran insensibles a los problemas del colectivo. A cinco años de la desaparición del comandante Hugo Chávez, la grieta interna parece estar en si el presidente Maduro ha defendido o no su legado y, por lo tanto, si merece o no ser reelecto.

Las fisuras no parecen ser lo suficientemente profundas como para producir un desplazamiento de votos hacia la oposición, pero sí hacen temer una disminución de la participación electoral, muy a pesar de todos los mecanismos de control social que el gobierno ha logrado establecer. Previéndolo, los estrategas han creado la opción adicional del Movimiento Somos Venezuela, como manera de expresar disentimiento ante el Partido Socialista Unido de Venezuela. Sin embargo, la procesión sigue por dentro.

Opositores divididos

En el campo opositor, la confrontación es más abierta. La protagonizan dos bloques: el que decidió participar en las elecciones presidenciales, liderado por Henri Falcón, y el que conforman los dirigentes de la ex-MUD que han integrado el Frente Amplio Venezuela Libre más los líderes de los partidos radicales de la ultraderecha.

Estos dos subgrupos (los del Frente y los extremistas) coinciden en repudiar a Falcón, pero tampoco se entienden mucho en otros puntos. Los del Frente acusan a los extremistas de haber hecho imposible (con sus permanentes chantajes) el avance del diálogo con el gobierno, que hubiera podido mejorar las condiciones electorales. Los pirómanos, en tanto, señalan a los ex-MUD como culpables por haber tenido actitudes blandengues que robustecieron al gobierno.

En muchos sentidos, la pelea de Falcón parece más enfocada contra la ex-MUD que ante el gobierno. No es para menos, pues los líderes de la malograda coalición lo han calificado de traidor y quintacolumna del madurismo. Los dirigentes de esta alianza, que han asumido el camino (aparentemente una calle ciega) del abstencionismo, saben que de las elecciones podría emerger Falcón como líder opositor nacional, dejándolos a ellos barridos.

Reacomodo en puertas

Los expertos en el comportamiento del movimiento bolivariano estiman que, una vez más, la mayoría acudirá a votar de manera disciplinada (por el PSUV, por Somos Venezuela o por cualquiera de los otros partidos que postularon a Maduro). Aplazarán una vez más su rebeldía, acicateados por la evidente intención de injerencia de los factores internacionales.

Los expertos en el comportamiento del sector opositor tienen varias hipótesis. Algunos creen que las bases de partidos como Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y hasta Voluntad Popular van a desobedecer las líneas abstencionistas que han lanzado sus dirigentes y van a acudir masivamente a votar por Falcón. De hecho, indican que ya se ha venido registrando un progresivo y silencioso proceso de migración desde el abstencionismo hacia la decisión de votar por el ex gobernador de Lara. Esto abarca no solo a gente de las bases, sino también algunos dirigentes medios. Este fenómeno es ayudado por la convicción de que la postura abstencionista no tiene un día después, salvo las salidas violentas que ya se han ensayado con trágicos resultados, o una intervención extranjera directa.

Otros piensan que el liderazgo de esas organizaciones, a pesar de estar muy desgastado, impondrá su postura de boicot a las elecciones y Falcón será el gran derrotado.

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Por Clodovaldo Hernández / Supuesto Negado