Como parte del seriado especial ¿Salida negociada a la crisis? que publica Supuesto Negado, entrevistamos a Pedro Nikken, especialista en mediación en conflictos internacionales, ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Lo interrogamos sobre su valoración al respecto de las mesas de diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición. Fue tajante en sus respuestas y poco condescendiente con las dos partes involucradas.
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Pedro Nikken es un caraqueño nacido en 1945, en los estertores de la Segunda Guerra Mundial (menos de dos meses antes de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki). Se formó como abogado en las universidades Católica Andrés Bello, de Carabobo y París II. De ideas socialcristianas, fue activista de Copei y tomó el camino de la diplomacia internacional hasta llegar a la presidencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos entre 1983 y 1985, en una época oscura en ese campo, pues buena parte del continente estaba bajo Gobiernos de facto o apenas saliendo de ellos, en difíciles transiciones.
Nikken forma parte de un grupo de venezolanos que se han dedicado, con mucho ahínco, a promover el diálogo como salida al conflicto político. A su juicio, en este momento no hay alternativa viable para ninguno de los dos sectores enfrentados, y cree que cada minuto que pasa es un desperdicio porque se agrava el sufrimiento de la población en general.
En el grupo mencionado hay intelectuales, académicos, políticos, formadores de opinión y periodistas de ambas tendencias políticas y hasta ahora, luego de varios meses, han logrado intercambiar ideas y realizar actividades juntos, algo que antes parecía una posibilidad muy remota.
En entrevista exclusiva con Supuesto Negado, mostró su esperanza de que se reanuden pronto las conversaciones auspiciadas por el Gobierno de Noruega en las que ahora será necesario integrar a los actores del otro escenario, al que él llama “la mesita”, un punto que tendrán que resolver tanto el Gobierno como las fuerzas que lo adversan.
Su opinión es calificada en el campo de la búsqueda de la paz mediante negociaciones, pues en su carrera en organismos multilaterales formó parte de comisiones que trabajaron en países víctimas de genocidios y guerras civiles, como Ruanda, Burundi y El Salvador.
¿Pueden continuar las negociaciones auspiciadas por el reino de Noruega? ¿Qué perspectiva le ve?
Creo que van a continuar, sobre todo porque “tienen que” continuar. No pretendo ser especialmente optimista, pero no hay un escenario mejor para que las partes busquen acuerdos porque no tienen otra alternativa. O digamos que las alternativas distintas son extremadamente costosas y al final se darán cuenta de que están obligados a negociar. Uno de los puntos que ha perjudicado hasta ahora las negociaciones es que han sido vistas como una especie de plan B, mientras el plan A es mantener los ataques, subir el tono. Eso no va a conducir a ningún resultado. Opino que ninguna de las partes tiene realmente una alternativa viable distinta a la de ponerse de acuerdo. Por eso tengo confianza en que va a ocurrir. Ha habido manifestaciones del presidente Maduro y de la propia gente de la oposición de estar dispuestos a atender un nuevo llamado de Noruega. Creo que los noruegos, conociendo su trayectoria y su compromiso con este tipo de soluciones, van a insistir. El problema es que, por desgracia, todos estos episodios son tiempos adicionales de sufrimiento para el pueblo venezolano. Eso lo deberían tener un poco más en mente las personas que son responsables de adelantar el proceso de negociación.
¿Cómo queda ese proceso ante el surgimiento de esta mesa alternativa o paralela en la que están participando algunos sectores de la oposición, aunque no los que han tenido la condición titular en los últimos meses o años?
Ese es uno de los temas que, efectivamente, habrá que resolver. Se trata de un tema que, por un lado, es de la oposición porque la decisión surge de allí y tendrán que ver cómo resuelven ese asunto. Pero también es del Gobierno porque implica una especie de bigamia. No se pueden mantener dos negociaciones en paralelo, eso es elemental. El Gobierno tendrá que tomar su decisión. Si están diciendo que volverán a la mesa si Noruega los llama, deben tener conciencia de que no es posible mantener la llamada “mesita” al mismo tiempo. No pueden coexistir. La oposición tiene que resolver o el Gobierno tiene que escoger. Esos son los desafíos que están presentes.
¿Usted aprecia voluntad mayoritaria en la oposición para una salida negociada o predomina la tesis del todo o nada?
Creo que sí hay disposición para una salida negociada. No puedo ser muy categórico porque ha habido declaraciones un poco ambiguas que dicen que si se consigue una salida negociada está bien, pero que si no se consigue, también está bien. Eso, en mi opinión, es un enfoque desacertado. Hay que comprometerse previamente con la negociación. Esa es la salida para el Gobierno y para la oposición también, por cierto, y por eso es la salida para el país. En estos días estaba previsto que nos visitara el señor John Carlin, un gran periodista que escribió el libro El factor humano, que sirvió de base a la película Invictus, íntimo amigo y confidente de Nelson Mandela. En una parte de ese libro expresa que la clave del proceso fue que se logró ceder para que los dos bandos ganaran. Eso debería pasar también acá porque la situación de ambos en este momento es muy precaria, tanto del Gobierno como de la oposición. Una salida negociada le da un campo de acción distinto en el que ambos factores puedan actuar de una manera más normal en una sociedad normal. Es algo que le conviene a todo el mundo. El empeño en llegar a una salida que consista en derrotar al otro, es un desacierto. Tristemente, las autoridades migratorias no permitieron que Carlin ingresara al país. Este hecho lo registro como un descalabro más e inesperado a los esfuerzos que venimos cumpliendo juntas personas del más amplio espectro político e ideológico, en el estímulo de una solución política y consensuada a la gravísima y prolongada crisis venezolana. Carlin es un amplio conocedor y copartícipe de la admirable gestión política de Nelson Mandela, y fue invitado para compartir esa experiencia con actores políticos así como con amplios sectores de la sociedad civil con los cuales compartimos el esfuerzo de apuntalar una solución negociada. Se ha perdido una magnífica oportunidad de aprender de la experiencia mandeliana -y de la de De Klerk también, por cierto-. Solo puedo decir que lo ocurrido es una expresión de la crisis que vivimos. Encuentro que lo ocurrido es incomprensible y no tiene sentido, pero no quiero especular sobre posibles causas o explicaciones, porque hacerlo no contribuiría nada a la suma de voluntades para apoyar una solución pacífica y nuestro compromiso de contribuir a bajar el tono del debate político. Si no tengo algo bueno que decir, prefiero no decir nada.
¿En este momento cuáles son los puntos más sensibles para reiniciar una negociación? ¿Cuál sería el punto fundamental a tratar?
El tema fundamental es el de una elección presidencial que termine el mandato del presidente Maduro. Por supuesto que ese es el punto más conflictivo porque para el Gobierno cualquier fórmula que incluya ese punto significaría una capitulación, mientras para la oposición, cualquier fórmula que no incluya este punto también sería una capitulación. Es allí donde se debe ser inteligente para plantear las cosas de la manera más aceptable o, si se quiere, menos inaceptable posible para todos. Yo estuve muy en desacuerdo con la forma como se convocaron las elecciones del 20 de mayo de 2018, pero si se tratara simplemente de ese punto, habría que buscar distintas fórmulas posibles para resolverlo. No se trata solo de eso, sino de observar la situación real del Gobierno. La gestión del Gobierno de Maduro ha llegado a un punto en el que él ya no puede gobernar al país. Puede luchar por mantenerse en el poder, pero ¿cómo va a conseguir acceso al crédito internacional o la restauración de la confianza después de todo lo que ha pasado? A mí me parece que es sencillamente imposible. Él tendrá que tener un poco de generosidad. Pero no hay que plantear el tema como un “¡sal de ahí porque tú eres un usurpador!”, porque eso no lo puede aceptar él. Pero sí se pueden buscar fórmulas de consenso. Ojalá las dos partes pudieran cambiar el verbo “confrontar” por el verbo “seducir”. La presencia de Carlin habría servido para poner eso de relieve porque eso fue lo que hizo Mandela: sedujo a sus enemigos, a los salvajes del Apartheid. Es lo que deberíamos hacer, no seguir dándonos trompadas, sino tratándonos como seres humanos, que si bien pueden odiar también tienen capacidad de amar y es hora de ponerla en juego.
¿Qué situación de las que usted haya conocido o, incluso, protagonizado como mediador, es comparable con esta de Venezuela y haya tenido un final feliz?
¡Uy!… Bueno, sí, la de El Salvador, que empezó también con muchas dificultades y que duró dos años y medio de negociaciones. Por cierto, esa también tuvo un episodio de un intento de “mesita” que no trascendió nunca, pero que luego de tanto tiempo, puedo contarlo. Sucedió que el presidente Carlos Andrés Pérez tomó una iniciativa paralela a la que estaba en desarrollo, que corría por cuenta del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (Javier Pérez de Cuéllar) y convocó a un diálogo en Caracas tanto al Gobierno salvadoreño como al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMNL). La idea era presentarle un proyecto de acuerdo, algo que se iba a llamar Acta de Caracas o Protocolo de Caracas. Pero la idea fue rechazada inmediatamente por el FMLN, que no aceptó reunirse en una mesa paralela. En ese proceso hubo también momentos de tensión. El presidente de EE.UU., George Bush (padre), le reclamó al secretario general porque, a su juicio, se estaba parcializando con la guerrilla… Pero, al final, la persistencia de la diplomacia fue clave. Además, la situación era parecida a la que hemos descrito para Venezuela, porque ninguna de las dos partes tenía mejor alternativa que la de un acuerdo negociado. Lo dijo Schafik Handal (el líder del FMLN): “Nosotros no estamos aquí para capitular sino porque ustedes no pudieron ganarnos la guerra y porque nosotros tampoco pudimos ganársela a ustedes”. A mí esa reflexión me viene como un faro, todos los días. Ojalá se les metiera en la cabeza a estos bandos políticos que ya tienen 20 años tratando de destruirse y que solo han logrado destruir al país. Debemos buscar esos caminos de entendimiento. Nosotros ya no tenemos más tiempo, el país está destruido y necesitamos detener ese proceso para revertirlo. Esa limitación de tiempo es una de las grandes dificultades que tiene la negociación en este caso. El reloj está contra nosotros.
Por Clodovaldo Hernández/ Supuesto Negado
Siga leyendo los trabajos especiales que Supuesto Negado publicó en su página web a propósito del seriado ¿Salida negociada a la crisis?, en el que con entrevistas y artículos de análisis vamos tras la historia del diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición, versión 2019. ¿Habrá humo blanco esta vez?